sábado, 22 de marzo de 2008

ANY, LOS GIROS PERMANENTES DE LA VIDA... Y YAKULITA


Pese a la tragedia que enfrenta, el semblante de Any refleja una bien administrada serenidad. Habla pausadamente pero con seguridad y convicción. La veo en los 30 años de edad o alguito menos. Es delgada. Esbelta. Y viste con una sencillez elegante. Su rostro trigueño, ovalado, sus ojos almendrados color miel y sus labios carnosos y el carmesí atenuado del rouge enmarcan una dulzura de falsa aspereza.
Cuando nos tropezamos, ella, justo hacia una conversión hacia su derecha en tanto hurgaba en su pequeño bolso de piel de saurio, sin duda imitación y con el sello de "Made in China", como son casi todas las cosas que el común de la gente usa y consume en Estados Unidos y en algunas otras esquinas del mundo.
Yo, caminaba a paso casi inconsciente en tanto hojeaba una revista literaria de excelente factura por su contenido y la simplicidad de su formato, rara avis en este entorno saturado de impresos desbordantes con avisos comerciales ofreciendo tantas cosas innecesarias como contaminantes de nuestro apaleado planeta. Productos que, para colmo, la gente sí compra, usa poco o nunca utiliza y luego tira a la basura.

—Excuse me… musitó. No sé si apenada, molesta o sorprendida.
—I'm so sorry, young lady, me disculpé y la miré buscando empatía en su mirada.

Se le cayó el bolso. Me agaché, lo tomé y se lo entregué. Expresó un "Thank you so much". Movió una pierna y sin quererlo puso la punta del tacón de sus zapato sobre el empeine rebelde en un dedo de mi pie. La pisada, sin duda, se reflejó en mi rostro, pues Any osciló entre reír o apenarse. Sonreí. Se animó y me imitó. Se le cayó una bolsita plástica transparente con su lápiz labial y otros elementos del maquillaje femenino de calle. Lo recogí y se lo entregué. Esta vez se carcajeó casi alegre, como burlándose de sí misma. Guardó la bolsa, cerró el bolso, me extendió la mano y dijo:

—My name is Any Watanabe. Me confirmó que era originaria de Japón, pero que se había criado en Argentina., en la Provincia de Formosa.

Le dije mi nombre, señalé mi nacionalidad y empezamos a hablar en español. Supe entonces que iba a vistar a su padre, víctima de cáncer en el páncreas que ya había hecho metástasis, por lo que su tiempo de vida, en la cortedad, era incierto. Me habló de esa parte de Argentina donde vivió algo de su niñez y mucho de su juventud hasta el traslado de la familia a Nueva York.
Dijo que trabajaba en la industria de los alimentos. Le informé que yo también. "Nutrición", especifiqué. Le confesé que me recordaba a mis dos hijas, Ninoska y Tibisay. Sonrió con agradabilidad e hizo un gesto de agradecimiento.
Le pregunté si podía acompañarla hasta la habitación de su padre y asintió con la cabeza. El ascensor estaba repleto de usuarios. A excepción de los autollamados caucásicos, sin duda el resto de etnias y sus mezclas viajaban en el enormísimo cubo transportador. Todos silenciosos y la mayoría con marcada gravedad —o adustez— en sus rostros.
El padre de Any me saludó con un "Hi!" que denotaba su debilidad. Miró a su hija y se le iluminó el rostro. Fue como un aúrea que empezó a fluir de sus ojos para ir desparramándose por su semblante hasta pintárselo de alegría y de una vitalidad de recta final. Me senté en una silla y me puse a hojear la revista literaria. Reflexioné que nada hacía allí. Me levanté, di mi tarjeta personal a Any y le dije que me llamara si así lo consideraba. Me despidió con la característica y reverencial gestualidad nipona. Su padre esbozó una casi imperceptible sonrisa a modo a despedida.

Camino a casa llegó a mi mente la imagen de Yakulita... allá en Aioi. A quien dejé de ver un día de febrero de 1981, pero cuya remembranza subrepticia, inopinada, en muchas ocasiones genera en mí cierto aturdimiento, una sensación indefinible que casi roza la ansiedad ...por lo que me dijo. O más bien me sugirió.

viernes, 21 de marzo de 2008

Inicio de un viaje fascinante


Hello! visitantes de mi blog... ¡Saludos! Y bienvenidos.

The Flying Kiwi (Richard Seamen)

Este, será un viaje por mundos que rescataré del fondo de mi memoria; con los mismos colores, fragancias y sonidos de los momentos en los que hasta allí llegué. Por supuesto, voy a empezar por el principio, o sea, desde el presente.

El aquí y ahora. Pasado y futuro seguramente se mezclarán. Realidad y fantasía, algunas veces, serán simbiosis: una mixtura. Empezaré por Japón... y el punto de referencia, algo que me ocurrió esta mañana en Broadway con la calle 82, casi frente a la entrada principal del hospital Elmhurst. Donde casi choco con Any, japonesa, de Yokohama y el vivo retrato de Yakulita, aquella linda niña en el puerto-astillero de Aioi.